Los costes de mayor aumento son los fertilizantes, energía y lubricantes y pienso para alimentar el ganado.
Un informe del Consejo Económico y Social (CES) concluye que la renta agraria española en términos corrientes ha descendido un 16% entre 2003 y 2015 debido, principalmente, al acusado encarecimiento que experimentaron los distintos costes de producción, un encarecimiento que se disparó en un 46% durante ese mismo periodo.
Esta marcada caída de la rentabilidad rompe con una tendencia histórica, puesto que, según el propio estudio del CES, desde 1990 hasta 2003 la renta agraria venía aumentando año tras año.
Las tres partidas que representan las dos terceras partes de los consumos intermedios necesarios para poder llevar a cabo la producción agropecuaria han sido, además, las que mayores crecimientos registraron en estos últimos trece años (2003-2015): los piensos para alimentar el ganado subieron un 60,4% en valor; los fertilizantes, un 62,2%, mientras que el capítulo dedicado a la energía y los lubricantes aumentó un 69,3%.
A pesar de los descensos en las cotizaciones del petróleo, –un factor que debería tener una influencia importante en la evolución de los precios de los insumos en la rama agraria– durante 2015 los consumos intermedios volvieron a alcanzar el máximo histórico marcado en 2013. De este modo, siempre según el CES, para obtener un euro de producción se han tenido que gastar 50 céntimos en insumos productivos, cuando en 2003 solo se necesitaban 35 céntimos.
Las organizaciones agrarias consideran que los datos oficiales del CES corroboran de manera clara y rotunda la dramática realidad que atraviesan los agricultores y ganaderos en los últimos años. “Las cifras atestiguan lo que venimos denunciando hace tiempo, esto es, que nuestros márgenes de rentabilidad son cada vez más estrechos porque, por un lado, los grandes emporios de insumos nos obligan a gastar más en los costes de producción y, por otro lado, las cadenas de la gran distribución alimentaria presionan a la baja los precios en origen, y todo ello lo hacen en muchas ocasiones sin responder a las condiciones objetivas del mercado o a la relación entre oferta y demanda, sino abusando de la posición de dominio que ejercen sobre el eslabón más débil y vulnerable: el productor”.