Científicos de la Universidad Miguel Hernández de Elche intentan que las variedades antiguas sean capaces de resistir los virus más dañiños.
Esta iniciativa surge a raíz de la creciente sensación de los consumidores de que el tomate «ya no es lo que era» porque, según la opinión de muchos, «ya no tiene el sabor y el aroma» de los de toda la vida.
Esta percepción de haber «perdido» la esencia del tomate de siempre frente al de los nuevos cultivos, junto con la sensibilidad a los distintos virus que afectan al tomate, llevó en 1998 a los miembros de la Escuela Politécnica Superior de Orihuela, de la UMH, a poner en marcha un programa de recuperación de variedades tradicionales.
De esta forma, se pretende poner de nuevo al alcance de los agricultores las variedades clásicas de tomate, «tan apreciadas desde siempre por su calidad organoléptica y a la vez susceptibles a todos los virus de este cultivo», pero con «resistencias genéticas».
Así lo explica una de las investigadoras que forman parte de este proyecto, Arantxa Alonso. Este programa trata de impedir que los virus más extendidos en este cultivo -llamados ‘mosaico’, ‘rizado amarillo de la cuchara’ y ‘bronceado’- afecten a la producción del tomate. De esta forma, se mantienen el «gusto y aroma» de los que siempre han gozado para su uso, mayoritariamente en ensalada o conserva.
Entre las variedades escogidas se encuentran los cultivos de tomate de tipo ‘Muchamiel’ y ‘De la Pera’, para facilitar que los agricultores seleccionen y saquen la semilla de sus mejores plantas, manteniendo la resistencia.
Alonso subrayó que los tomates obtenidos a través de este programa no son transgénicos, sino producto de una «mejora clásica» que se consigue a través de la «polinización», es decir, del cruce entre híbridos comerciales resistentes a los virus con la variedad tradicional de partida.
Parte de la semilla resultante del cruce entre el híbrido y la variedad es resistente, pero, en palabras de la investigadora, «no solo tendremos los genes de resistencia que nos interesan sino que habrá otros cuyo efecto nos muestra frutos de una características intermedias».
Ante esto y para recuperar cada vez más la calidad de la variedad tradicional, será necesario cruzar la descendencia del cruce inicial por la variedad, es decir, realizar varios «retrocruces» para que la calidad de los frutos obtenidos sea comparable a la que caracteriza al producto tradicional.
«De cada una de estas generaciones de ‘retrocruces’ nos quedamos con las plantas que mantienen las resistencias», explicó Alonso, quien ha matizado que esa es la «única característica que deseamos mantener del tomate híbrido moderno».