Los efectos del veto ruso continúan y están afectando particularmente al tomate, que pasa por una situación complicada.
En los últimos tres años se han perdido en Almería unas 3.000 hectáreas de cultivo de tomate, debido al abandono de los agricultores por los bajos precios. Esta provincia, con unas 10.000 hectáreas y una cosecha cercana al millón de toneladas, es la primera productora de tomate fresco de España, concentrando casi la cuarta parte de la producción nacional.
Especialidades como el tomate Pera, Cherry o Cocktail, que iban principalmente al mercado ruso, las tiene que absorber el mercado europeo, que no está dispuesto a pagar por estas variedades un valor añadido que sí pagaban los rusos.
Por la variedad tipo Pera se está pagando actualmente al agricultor unos 30 céntimos por kilo, cuando los costes de producción son unos 35 céntimos. Y esos 30 céntimos es el precio más alto que se ha llegado a pagar durante toda la campaña, denuncia Francisco Vargas, presidente de Asaja Almería.
El Cherry pasa por la misma situación. Con unos costes de producción en torno a 1-1,10 euros/kilo, los agricultores perciben unos 80 céntimos de media. “La única excepción es el tomate en rama, por el que ahora se paga 80 céntimos/kilo cuando los costes están sobre los 40 céntimos. Aunque hay que tener en cuenta que estos precios se han empezado a pagar hace 15 días después de unas medias a la baja”, explica Vargas.
Veto ruso
El efecto del veto ruso afecta a los productores de tomate españoles por partida doble. Los problemas políticos entre Rusia y Turquía han cerrado las fronteras también al tomate turco que abastecía, junto con el español, sus mercados. Este tomate, de peor calidad que el español, ha empezado a entrar en la UE abaratando los precios.
Frente al español, de mayor calidad y que tiene que pasar controles más estrictos, nos encontramos con una entrada masiva de tomate, tanto de Marruecos como de Turquía, principalmente, que no cumplen los mismos controles de seguridad alimentaria y trazabilidad.
A cambio de que Turquía controle la frontera de Siria por el problema de los refugiados, se compra de forma preferencial tomate turco de peor calidad y que tiene problemas de residuos de fitosanitarios que aquí están prohibidos, cuenta con preocupación el presidente de Asaja Almería.
Esta situación de precios bajos es aprovechada por algunos operadores de la distribución que, seguros de tener existencias, presionan con precios a la baja. “Principalmente Aldi y Lidl se han hecho fuertes y a los productores que se niegan a vender a esos precios les castigan sin comprarles durante semanas”, afirma Francisco Vargas.
Mientras, los agricultores miran con preocupación su cuenta de resultados porque, terminando la campaña, apenas han recuperado 30.000 euros de los 55.000 que cuesta producir una hectárea.