La entidad es una de las integrantes del proyecto TomGEM, que busca nuevas variedades más resistentes a los efectos de las altas temperaturas.
El tomate es el cultivo de mayor difusión a nivel mundial, la segunda en producción y la de mayor valor económico.
Tal y como recoge la web del Área de Compromiso Social del Grupo Cooperativo Cajamar en una de sus últimas publicaciones, obra de Carlos Baixauli Soria, responsable de Agrosostenibilidad del Centro de Experiencias de Cajamar, en todas las zonas de producción se pueden encontrar lo que conocemos como “variedades población”.
Por ejemplo, en Valencia se produce un tipo de tomate conocido como valenciano, con poblaciones que aportan pequeñas diferencias morfológicas, dependiendo de la selección y de la comarca en la que se produce.
El contenido en azúcares del tomate está ligado al estado de madurez del fruto y su recolección prematura afecta negativamente a su contenido.
Predominan en el tomate el ácido cítrico y málico, siendo máximo con el color rosado del fruto y disminuyendo posteriormente de forma progresiva. Se utiliza como producto fresco en ensaladas, relleno, en salmuera, frito, como guarnición. En industria tiene diferente aprovechamiento, como zumo, tomate triturado, frito, envasado entero, para pistos, para hacer cocas y pasteles.
Sin embargo, ante el previsible aumento de la temperatura así como el descenso de lluvias, como consecuencia del cambio climático, será necesario adoptar medidas de adaptación, especialmente en los cultivos y en particular en el caso del tomate.
Según la publicación, el cambio climático es un aspecto fundamental para la agricultura venidera que está afectando a frutas y verduras. En el caso concreto del cultivo de tomate la incidencia de elevadas temperaturas por encima de 35°C disminuye la viabilidad del polen.
La floración, su cuaje o polinización con esas temperaturas también disminuye y esos racimos se pierden, lo que tiene un impacto importante sobre el rendimiento productivo que se puede obtener y, consecuentemente, poniendo en entredicho la viabilidad económica de muchos productores.
Durante la primavera de 2016, se ha puesto en marcha un proyecto Europeo, dentro del programa Horizonte 2020, conocido como TomGEM, en el que colabora la Fundación Cajamar, que pretende mejorar el cultivo del tomate ante el incremento de las temperaturas que está provocando el cambio climático.
A principios de mayo se celebró la primera reunión de los participantes en este proyecto y el último día se visitaron las instalaciones del Centro de Experiencia de Cajamar en Paiporta.
El grupo de investigadores visitó los invernaderos donde la Fundación Cajamar experimentará con el cultivo del tomate en el marco del proyecto TomGEM.
Durante los próximos cuatro años se comprobará la evolución de unas 1.000 especies y variedades de tomate en condiciones de alta temperatura, modelizando la situación que el cambio climático puede provocar a nivel mundial.
La iniciativa cuenta con la colaboración de 17 universidades y centros de investigación de ocho países (Francia, Reino Unido, Alemania, España, Italia, Bulgaria, Argentina y Taiwán), explica Baixauli Soria.