Permiten terminar con la plaga sin usar pesticidas al producirse la fecundación con machos y hembras estériles.
El equivalente estadounidense al ministerio de agricultura, la USDA, ha propuesto un plan casi infalible para luchar contra la plaga de polillas que se multiplican gracias al monocultivo -la falta de variedad de flora en el campo- y que arrasan con las plantaciones de algodón: hacer que las hembras fértiles tengan sexo con machos estériles.
Para ello aplica un programa en tres fases. La primera tiene lugar en el laboratorio, donde se crían gusanos de polilla y se les alimenta con una dieta que hace que se vuelvan de color rojo. Esto tendrá su utilidad luego, cuando el agricultor quiera distinguir a los gusanos malos de los menos malos.
Después, se dejan crecer y esta generación de polillas -millones de individuos- se bombardea con radiación. Ni mucha, ni poca: la suficiente como para que la polilla colorada pierda la capacidad de reproducirse.
Empieza entonces la segunda fase. Como liberar a las polillas planta por planta sería una tarea titánica, simplemente se dejan caer, a modo de bombas, sobre los campos infestados con la plaga.
Esta tarea se realiza con un dron que lleva bajo sus alas sendos lanza-bichos que alivia durante varios segundos cuando sobrevuela el objetivo.
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Las polillas rojas aterrizan finalmente en los campos de algodón, donde sus compañeras criadas en libertad -de color rosado- se están pegando el festín con un menú a base de planta de algodón.
Una vez allí, las dos generaciones se mezclan entre sí, de forma que la estéril induce en la fértil un estado similar al embarazo que sencillamente bloquea la reproducción posterior.
De esta forma se corta en seco su ciclo reproductivo, sin necesidad de usar técnicas transgénicas, y sin recurrir a pesticidas o a intervención directa sobre las plantas. Conforme polillas normales y polillas radioactivas mueren sin poner huevos, la plaga remite.