Es una difícil elección que depende más de lo que queramos que nos ofrezca a nuestra salud.
Las diferentes teorías que existen al respecto se basan en investigaciones serias y prestigiosas. Si bien el tomate contiene más licopeno y mejora sus propiedades antioxidantes cuando lo cocinamos, en caso de querer bajar de peso hemos de consumirlo crudo para evitar la ansiedad.
Entonces, ¿cuál es la decisión más acertada? Todo depende de qué condición queramos mejorar o cómo deseemos sentirnos.
Entre los nutrientes que contiene el tomate se encuentran la Vitamina E, Potasio, Fibras, Polifenoles, Antioxidantes, Ácido fólico y Licopeno. Este último es el que le aporta el color rojo y también está presente en otras verduras. Cuanto más maduro esté el tomate, más cantidad de licopeno nos aportará.
Además, hay que tener en cuenta que cuando todavía está verde, contiene un alcaloide llamado solanina que puede ser tóxico y causar problemas gastrointestinales y hasta neurológicos si se consume en grandes cantidades.
Los últimos estudios realizados sobre las propiedades del licopeno, indican que este nutriente reduce notablemente la posibilidad en los hombres de padecer cáncer de próstata.
Según el Department of Agriculture Nutrient Database (de Estados Unidos) 100 gramos de tomate crudo contiene 2500 mcg de licopeno y la misma cantidad, pero en salsa (o sea, cocinado) aporta 28700 mcg… ¡10 veces más que si no lo cocinamos!
Aún no se ha determinado la razón por completo, pero, al parecer, es por el agua (otro de los componentes principales del tomate). Cuando comemos el fruto crudo estamos ingiriendo un 95% de líquido y cuando está cocido el agua se pierde y el licopeno está en cantidades más concentradas.
Además, una vez que lo ingerimos se acumulará acumulará en el organismo según la forma de la ingesta. En palabras sencillas: Si el tomate está crudo, el licopeno “se pierde” con el agua y es absorbido rápidamente por el intestino delgado.
Si está cocinado es más “pesado” y puede quedarse en el organismo, ayudándonos a evitar ciertas enfermedades, aportándonos todas sus propiedades.
A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de frutas y verduras, el tomate no pierde sus micronutrientes a medida que es sometido a mayores temperaturas.
Una publicación de la revista Nutrición Hospitalaria explica que, con el calor, el licopeno intensifica su potencial antioxidante. Pero, además, si le agregamos aceite de oliva virgen y conservamos la piel y las semillas, se convierte en un superalimento.
A su vez, el licopeno es soluble en grasas y cuando está en presencia de un elemento aceitoso o poco acuoso mejora su absorción.
Los mayores que más lo consuman tendrán mayores niveles de licopeno en la sangre y eso conllevará a un menor daño oxidativo por el paso del tiempo. Los diabéticos, los fumadores y los deportistas son los que más deben consumirlo.
Otra buena noticia es que casi no presenta contraindicaciones. Sin importar el tipo de cocción que se elija. No obstante, no está recomendado en personas que siguen una dieta baja en potasio (como, por ejemplo, los que tienen enfermedades renales) o los que padecen problemas intestinales (colon irritable, sobre todo).
La cantidad máxima o mínima de tomate al día no está determinada. Todo depende de cómo sean las demás ingestas y alimentos elegidos. Por ejemplo, consumirlo cocinado una vez a la semana reduce en un 15% el riesgo de cáncer y hacerlo 2 veces semanales, un 35%.
Las personas que están siguiendo una dieta para adelgazar pueden encontrar en el tomate un excelente aliado y, en ese caso, se recomienda que esté crudo. Aporta 20 kcal cada 100 gramos (además de toda el agua).
Concluyendo, no hay una única respuesta a la pregunta de: ¿es mejor el tomate crudo o el cocinado? Todo dependerá de lo que necesitemos de este maravilloso alimento.