Con 52 millones de años de edad, descubren restos fosilizados del tomatillo más prehistórico que añade 30 millones de años al tiempo del que se presumía habían existido. El hallazgo ha sido publicado en la prestigiosa revista Science.
En la Laguna del Hunco, en Chubut, en medio de la Patagonia argentina, hace 52 millones de años creció una pequeña planta inserta en un bosque templado. El pequeño fruto redondo rodeado por delicadas hojas -parecido al tomatillo actual- es el pariente más antiguo encontrado hasta ahora del tomate, de la papa, del ají y del tabaco, entre otras 2.400 especies de la misma familia que hoy aún existen.
Hasta hoy se tenía la certeza de que el origen del tomate estaba en Sudamérica, en la región andina, pero no se sospechaba que pudiera estar en la Patagonia. Este hallazgo significa que en esa época la región gozaba de condiciones tropicales que hicieron que plantas de esta naturaleza evolucionaran en un contexto apropiado y aclara la historia alrededor de los orígenes de una planta emblemática en la sociedad.
Los especialistas sugieren que los frutos del bosque caían al lago y se depositaban en el fondo, y que por la falta de oxígeno se pudieron preservar los restos orgánicos. Aquí se encontraron, por ejemplo, las primeras especies en Sudamérica de Eucalyptus y de Agarhis, pertenecientes a la familia de las araucarias.
El doctor Rubén Cúneo, director del Museo Egidio Feruglio (MEF) e investigador del CONICET, contextualizó el hallazgo: “Las condiciones climáticas que reinaban en esa época en la Patagonia septentrional eran tropicales y subtropicales; los climas eran mucho más cálidos, la Antártida estaba poblada por todo tipo de criaturas y este hallazgo es una muestra adicional de lo dinámico que es el clima y la vida en todo el planeta a lo largo de millones de años”.
“Se trata del registro definitivamente más antiguo de esta familia de tremenda importancia económica en la actualidad: 52 millones de años. Además, dado que las características del fósil es idéntica al género Physalis que vive en la actualidad, sugiere que esa condición morfológica moderna y más derivada ya había aparecido más de 50 millones de años atrás en la Patagonia, lo cual habla de una tremenda diversificación inicial de la familia”, declaró el experto.
La publicación del hallazgo del milenario tomate ha sido realizada por el doctor Peter Wilf, de la Universidad de Pennsylvania; las doctoras Mónica Carvalho y Alejandra Gandolfo, de la Universidad de Cornell y el propio Cúneo, quien manifestó su orgullo de formar parte de este equipo que encabezó uno de los descubrimientos más importantes de la historia paleontológica del mundo.
“Es asombroso encontrar estos especímenes de frutos physalis extremadamente raros. Son los únicos fósiles conocidos de toda la familia de las solanáceas que preservan suficiente información para ser identificados como tales“, explica Peter Wilf, académico de Geociencias de la Universidad de Penn State, en Estados Unidos, y coordinador del estudio que publica la revista Science.
[quote]Este descubrimiento retrasa 30 millones más el reloj evolutivo de las solanáceas.[/quote]
El equipo no solo determinó la edad de los fósiles, sino también el hecho de que esta familia se diversificó mucho antes de lo pensado, antes que Sudamérica, Australia y la Antártica se separaran. Hasta ahora, solo se habían encontrado fósiles de tomatillos de entre 9 y 11 millones de años atrás, época muy posterior a dicha separación.
El tomatillo y todos sus parientes son una familia muy importante a nivel mundial. “Llevados a Europa, salvaron la economía de la zona en los siglos XV y XVI”, explica Marcelo Leppe, jefe de la sección de paleobiología del Instituto Antártico Chileno (Inach). El tomate y la papa no solo terminaron con las hambrunas, sino que también permitieron alimentar a las tripulaciones de los barcos, ya que podían ser almacenados por tiempos más prolongados.
Lo anterior se suma al rol preponderante que ya tenían estos cultivos en las culturas de América. Si bien todos los miembros de esta gran familia se encuentran en todo el continente, es en México donde alcanzaron su mayor diversidad, asegura el estudio. “Ellos son parte esencial de la dieta humana y en algunas culturas conforman hasta el 30% del menú”, agrega el especialista. Sumado a ello, sus compuestos están siendo investigados con fines medicinales, como la cualidad anticancerígena de la sustancia que le da el picor al ají.
SEIS AÑOS DE INVESTIGACION
El tomate bautizado “Infinemundis”, que significa “del fin del mundo”, forma parte de la familia Solanaceae y fue encontrado en 2011 en la zona de Gastre, al noroeste de Chubut, sobre una formación volcánica bautizada por los científicos como “Laguna del Hunco”, en la Patagonia.
Este lugar representa una verdadera ventana al pasado que ha preservado a lo largo del tiempo una increíble diversidad de plantas, además de pequeños anfibios y peces, aseguran desde el Museo, tras comprobar la trascendencia de la noticia en todo el mundo.
Según Cúneo, se trata de un depósito que se formó a partir de una caldera volcánica, que luego se transformó en un lago. Este lago estaba instalado en una zona muy lluviosa, rodeada por un bosque increíblemente diverso. Entonces todos los restos (del bosque) que se producían año tras año, caían al lago y se depositaban en el fondo, donde las condiciones anóxicas (sin oxígeno) eran suficientes para preservar restos orgánicos.
El lugar es rico en fósiles y a lo largo de estos 15 años los investigadores han encontrado diversos hallazgos, como el primer registro de Eucalyptus en Sudamérica (cuyas especies actualmente son australianas e introducidas en el resto del mundo) y el registro más antiguo del género Agathis (perteneciente a la familia Araucariaceae, un grupo que hasta el momento se pensaba de origen australiano o asiático).
CAMBIO EN EL PARADIGMA
Más allá de los antecedentes de la formación, cuando encontraron el tomatillo, según Cúneo, sus restos “entraron en la cola de estudios; recién cuando nos dimos cuenta de la envergadura que podía tener comenzamos a trabajar fuertemente”.
Este es el resultado de un proyecto de largo alcance que estamos llevando a cabo hace más de 15 años, con otras instituciones y que ha producido muchos resultados en los últimos años, aunque este en particular ha llamado mucho la atención por la trascendencia que tomó, agregó Cúneo.
La labor ha sido ardua y compleja y ha levantado gran expectación estos días, cuando la publicación ha generado el interés científico de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y Japón, entre otros países de donde llamaron al investigador, por una simple razón: los restos son casi idénticos a la planta actual del tomate y esto hizo que se extendieran sus orígenes durante 30 millones de años.
El investigador del Conicet sostuvo que la formación donde se encontraron los restos “son de granito tan fino que hace que se preserven los detalles más íntimos, resaltando que su hallazgo cambia el paradigma de la evolución en el mundo. “Está increíblemente preservada en todo detalle. Se suponía que la del tomate era una planta bastante evolucionada, pero a partir de este registro nuestro se extiende otros 30 millones de años hacia atrás, lo cual cambia el paradigma evolucionario de una manera increíble”, ha explicado.
El descubrimiento reviste calidad de sorpresivo. Se destaca su evolución, su adaptabilidad y que con el paso de los años haya variado tan poco. “Eso significa que la planta no ha necesitado readaptarse a todos los cambios que han sobrevenido desde entonces y mantiene una morfología que es exitosa y le ha permitido sobrevivir tantos millones de años; en paleontología, denominamos estasis a este fenómeno”, explicó Cúneo.
El hallazgo del tomate más antiguo del mundo promete cambiar la percepción científica a estos vegetales. Hasta el descubrimiento, los fósiles de las solanáceas estaban limitados a semillas o restos de madera con escasa significación histórica. Por tales motivos, los tomatillos fosilizados tienen un valor paleobotánico único.