LUISA MATÍAS Y SU MARIDO CULTIVAN, TUESTAN Y MUELEN EL MILLO DESDE HACE DÉCADAS.
Encontrar hoy en día quien cultive su propio millo no es tarea fácil. Pero, si además se trata de una semilla de millo de las de antes para obtener su propio gofio con el sabor, color, olor y textura de hace años, resulta un imposible.
Sin embargo, el matrimonio formado por Luisa Matías y su marido, Fino, llevan haciendo esta labor hace más de cinco décadas. Antaño, utilizaban los molinos de viento que jalonaban el valle de La Aldea. Hoy en día el municipio no cuenta con ningún molino operativo para la molienda.
Así que Luisa y su marido cuando toca moler madrugan bastante, ya que su millo tostado lo llevan al molino de Gáldar, pero para evitar la mezcla con otras moliendas de tan preciado millo, deben ser los primeros de la jornada.
Pero la historia comienza más atrás. Luisa y Fino guardan con celo una buena y antigua semilla de millo. Con ella cultivan las piñas necesarias para abastecer a la familia. La zona de Cercadillos siempre ha dado buenas cosechas de verduras y frutas, pero las de millo son excelentes.
Tras la cosecha viene el secado, para lo que tienden lias esteras sobre las que colocan las piñas. Varias veces al día voltean las piñas de millo para que se sequen parejas.
El tostado no es tarea fácil. Para ello se necesita un tostador y buen jeito para manejar la escoba. Una vez desgranado el carozo y calentado el tostador, se vierte el millo en el mismo. Al principio el tosatado es más lento, hasta que le llegue la calda al tostador.
Luisa Matías explica que el millo debe moverse constantemente para evitar que se queme. Tanto ella como Fino coinciden en que el olor a millo tostado que se desprende, es lo que hace mantener viva esta tradición.
Y pudimos comprobarlo y degustarlo. Una vez tostado el millo se preparan los sacos para llevarlo a la molienda. Luisa y Fino madrugan bastante ya que deben estar en el molino a las siete y media de la mañana.
La vuelta a La Aldea es a media mañana después de aprovechar la estancia en Gáldar para hacerse con algunas cebollas coloradas.
La cuenta del gofio será al mediodía, cuando Luisa sirva las escudillas de potaje de coles acompañado de cascos de cebolla y gofio amasado.
Sin duda una experiencia y un placer para todos los sentidos. Ojalá dure muchos años.