Se trata de una semilla energética híbrida y no transgénica a la que han denominado “vitamaíz”.
Desde hace milenos los pueblos nativos han hecho cruces con las semillas. Este proceso que se conoce como hibridación consiste en mezclar genéticamente algunas semillas de la misma especie y hacerlo gradualmente.
Estos métodos eran radicalmente distintos de la transgenia, que consiste en imprimir genes, en ocasiones muy distintos, a las especies. Como es más agresivo el proceso, es también más polémico. No hay aún una certidumbre científica sobre los efectos a largo plazo del uso de los transgénicos.
Investigadores mexicanos del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados Unidad Irapuato del Instituto Politécnico Nacional (IPN), iniciaron hace siete años un proyecto de cruce paulatino de maíz azul para generar un híbrido que nombraron vitamaíz, justo porque tiene más propiedades energéticas.
Por no ser transgenia, sino hibridación, el proceso es mucho más lento y aún falta poco para que el producto finalmente sea comercializable.
Con el proyecto vitamaíz desarrollamos variedades que nos den más vida, aportando carotenos y antioxidantes celulares que previenen enfermedades cardiovasculares y nos alargan la vida; queremos incrementar la diversidad de los maíces con pigmentación oscura, combinando las antocianinas con los carotenos y los aminoácidos, explicó el doctor Axel Tiessen Favier, responsable del proyecto que se desarrolla en el Laboratorio de Metabolómica y Fisiología Molecular del Cinvestav.
Este experimento, además de su plus nutricional, también responde a las cualidades productivas que muchas veces defienden los propulsores de la transgenia, que es una mayor productividad en el campo. Esta semilla incrementará el rendimiento por hectárea en comparación con los criollos ancestrales, lo que prueba que la experimentación tradicional, también puede usarse con criterios comerciales.
[quote]La nueva variedad puede ser liberada, cultivada y consumida sin restricciones por no ser transgénica.[/quote]
Tiesse indica que para obtener el vitamaíz se recurrió al cruce de maíces azules con los blancos. Primero, se realizaron estudios en los genes de las diferentes especies y, a partir de los resultados, se eligieron las plantas y el polen que consideraron adecuados; este último se colocó a los estigmas de un ejemplar para lograr la fecundación.
Posteriormente, agrega el investigador, se realizaron varios ciclos de cruzado y selección de granos individuales con el objetivo de obtener semillas con las características deseadas; es decir, con pigmentación azul y las propiedades de ambas variedades, así como mazorcas firmes y resistencia a plagas. “Este procedimiento no implica transferencia genética de laboratorio, por lo que el producto no es un transgénico y podrá ser liberado, cultivado y consumido sin restricciones en México”.
Otra de las ventajas que confiere Vitamaíz es un mayor rendimiento agrícola, pues el maíz criollo no se adapta bien a las condiciones de cultivo modernas. Por ejemplo, los maíces híbridos se pueden sembrar en densidades de 80 mil plantas por hectárea y se obtienen de 12 a 14 toneladas de producto, en tanto, el ancestral sólo 50 mil y se cosechan seis toneladas.
“El desarrollo de Vitamaíz combina lo bueno de los maíces modernos de alto rendimiento con de los ancestrales de nuestros abuelos”, apunta Tiessen Favier. Ahora, los expertos del Laboratorio de Metabolómica y Fisiología Molecular, esperan en los próximos tres años colocar este producto en el mercado para que agricultores y consumidores puedan acceder a un alimento con mayores propiedades nutritivas.
Sin embargo, puntualiza, que hace falta una conciencia de consumo del maíz azul en México, ya que la gente suele evitarlo porque no lo ve tan limpio como el que se come a diario. “Los indígenas sí conocían el valor nutricional de este tipo de maíces, e incluso los veían como algo muy valioso y sagrado”.
La Ley de Bioseguridad regula la ingeniería genética y, en México, a diferencia de Estados Unidos, no se permite la producción de maíces transgénicos por ser centro de origen; es una medida de precaución para evitar conflictos con la agricultura orgánica.