*Javier Guzmán es Director de VSF Justicia Alimentaria Global.
La clave de la transformación alimentaria estará en repensar el sistema de distribución y logística adaptado a un consumo local, ecológico y justo.
El actual modelo alimentario se encuentra en una encrucijada histórica. Un hecho obvio es que el mundo es cada vez más urbano y los próximos años la tendencia continuará, y por ello es clave la relación entre el mundo urbano y los alimentos y su relación con las áreas rurales cercanas.
Por otro lado, existe cada vez más un interés y demanda por consumir alimentos locales y ecológicos y el número de hectáreas dedicadas a este tipo de producción sigue en una tendencia alcista. España es el país de la UE que más superficie dedica a la producción ecológica con 1.610.129 hectáreas, aunque el 80% de destina a la exportación.
Estas dos tendencias suponen la gran oportunidad de cambiar el actual modelo agroalimentario basado en grandes cadenas de distribución, alimentos kilométricos y alimentos altamente procesados.
El gran reto consiste en cómo organizar el abastecimiento de alimentos a grandes ciudades de una manera sostenible, tanto en términos de flujos energéticos, y logísticas y que además llegue a amplias capas de la población.
En la actualidad, la alimentación de las ciudades depende de manera mayoritaria de las grandes cadenas de distribución, en España más del 70% (MAGRAMA), provocando una rápida desaparición de miles de tiendas de barrio.
Este tipo de consumo ha ido transformando las ciudades desconectando la alimentación de los propios barrios y llevándonos inexorablemente hacia una forma de consumo que es insostenible tanto para los agricultores en términos económicos, como para los consumidores en términos de salud.
Vemos como en España, por ejemplo, el 60% del beneficio del precio final del producto se queda en la gran distribución; en cambio, la renta agraria media se encuentra por debajo de la de 1990. Del lado de los consumidores, vemos cómo el precio de alimentos como las frutas y las verduras ha aumentado un 300% durante los últimos años en la mayor parte del mundo.
En cambio, el precio de los alimentos calóricos que favorecen el sobrepeso y la obesidad se ha reducido a la mitad en el mismo período. Lo que ha provocado una crisis de obesidad y de enfermedades relacionadas con la mala alimentación.
Los últimos años hemos visto como a pesar de este poder hegemónico de la distribución la tendencia por el consumo ecológico y local se ha abierto paso a través de diferentes alternativas, cooperativas de consumo, compra pública de alimentos, etcétera, pero todas ellas se encuentran con el limitante de la propia capacidad de expansión de su experiencia, y por tanto de multiplicación.
Nos encontramos en estos modelos alternativos algunas paradojas difíciles de resolver. Por un lado la fragmentación de las experiencias que dificulta la coordinación, las “deseconomías” debidas a la pequeña escala que en ocasiones encarecen el producto, la necesidad de tiempo y voluntarismo que no siempre es posible para los productores y consumidores y, por último, las carencias a nivel logístico, que provocan un mayor impacto en costes.
Por lo tanto, ha llegado la hora de que las ciudades se tomen en serio la alimentación de sus ciudadanos y es urgente que inicien procesos a través de políticas públicas e inversión hacia una transición a un sistema alimentario principalmente de base local sostenible y accesible.
La clave de este proceso estará en repensar el sistema de distribución y logístico, y crear uno propio adaptado a este modelo de producción y consumo.
En VSF Justicia Alimentaria Global llevamos años estudiando propuestas realizadas en otros países y vemos cómo una de las más viables e innovadoras es la creación de Centros regionales de distribución alimentaria o HUB alimentarios apoyados por las administraciones públicas, que por otro lado llevan años funcionando en ciudades de Estados Unidos y de Europa, como es el caso de la ciudad de Turín con su Food Hub TO Connect (FHTC), que es un proyecto de innovación social ganador de la convocatoria Smart Cities and Communities and Social Innovation del 2013 gestionado por el MIUR (Ministerio de Educación e Investigación italiano).
Se trata de superar los límites del sistema de alimentos local con el fin de garantizar una mayor sostenibilidad y favorecer una creciente localización de la producción y del consumo de alimentos. Este tipo de proyectos puede realizar diferentes servicios que ayuden a racionalizar el proceso logístico de los productos locales con cadena de distribución corta, a través de la capacidad de agregar oferta y demanda, poner en contacto a todos los actores del sistema para generar una sistema distribución que llegue a puntos de venta clave como son los mercados locales, tiendas de barrio y compra pública de alimentos.
De esta manera, los centros regionales de distribución alimentaria aumentan el acceso al mercado para los productores locales y regionales. Muchos agricultores y ganaderos, especialmente los más pequeños, se ven amenazados por la falta de una infraestructura de distribución y procesamiento de magnitud adecuada que les brindaría mayor acceso a los mercados minoristas. Haciendo posible que los consumidores puedan tener acceso adecuado y fácil a alimentos locales y de calidad, y los productores obtengan un sistema de puntos de venta coherentes con la propia filosofía de producción y un pacto de distribución de márgenes y renta equilibrado.
Por último, las ciudades obtienen un impulso al tejido económico de barrio, reconexión de espacios de la ciudad, y una vida diurna y propia en las calles. Aquí cabe recordar uno de los mayores estudios comparativos que existen y que realizó la New Economics Foundation (NEF) en Inglaterra. El estudio concluyó que un sistema basado en mercados municipales y circuitos alimentarios cortos genera el doble de puestos de trabajo que otro basado en supermercados.
En Estados Unidos esta experiencia lleva años abriéndose paso y desarrollándose, y en este momento cuenta con 168 centros regionales.
En nuestro país, aún ninguna administración pública ha dado el paso. Las experiencias y el conocimiento están ahí, los productores y consumidores preparados, sólo queda que exista voluntad política y apostar de verdad por la transformación del sistema alimentario.