Félix BarrosoFélix Barroso Gutiérrez.

Investigador y profundo conocedor de las Hurdes.

Unos, convirtiendo un fruto en pellejos, otros, yendo a los bancos de alimentos.

El inolvidable Pablo Neruda, en su ‘Oda al tomate’, le cantaba así: “…el tomate / astro de tierra / estrella / repetida / y fecunda… / sin hueso / sin coraza / sin escamas ni espinas /nos entrega / el regalo /de su color fogoso / y la totalidad de su frescura”. Bellos versos de un gran poeta. Para algunos, el tomate es una hortaliza, pero botánicamente hablando es una fruta. Se van nuestros recuerdos por nuestras infancias pueblerinas (a mucha honra) y nos llegan aquellos tomates del huerto, redondos y achatados como el rojo planeta Tierra, sajados por amoroso cuchillo y rociados con sal. Suculenta merendilla. Ya lo dicen los adagios antiguos: “Tomate con sal, para el pobre es un manjar”. “Tomate con sal, jamón para el ganapán”.

Pero a aquel sabroso jamón ibérico de la huerta lo han degradado hasta límites insospechados. La culminación de sus desdichas llega todos los últimos miércoles del mes de agosto, cuando en la localidad valenciana de Buñol celebran la desafortunada ‘Tomatina’. Más de 100.000 euros se gastan en esta afrentosa diversión. Y unos 120.000 kilogramos de tomates se arrojan desde los camiones para que todo un batallón de saltimbanquis, que puede que en sus azarosas vidas jamás conocieran lo que es el hambre, los estrellen colectivamente contra sus cuerpos y se revuelquen en el sanguinolento jugo que sueltan. Todo ello con la bendición de los poderes públicos.

Unos, convirtiendo un nutritivo y honesto fruto en pellejos y zurraspas, simplemente por diversión; otros, yendo a los bancos de alimentos a buscar comida, por auténtica necesidad. Toda una vergonzosa afrenta a esos 842 millones de seres humanos que padecen hambre crónica (el 12% de la población mundial). Ya puede gritar Antonio Salort-Pons, director de la oficina en Madrid del Programa Mundial de Alimentos (PMA), que “hay que romper la herencia del hambre”, cuando hay gente, aplaudida desde los palcos, que pisotean los alimentos.

Posiblemente, no sepan estos desclasados que, en nuestra propia España, hay 13 millones de españoles en riesgo de pobreza y de exclusión social. Y para colmo, cajas destempladas suelen sonar a destiempo, como la de ese portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando Fraile, que, al hablar de desnutrición infantil en nuestro país, deja caer aquello, con una insensibilidad hiriente, que “eso es una responsabilidad de los padres”.

“¡Qué culpa tiene el tomate!”, cantaban los republicanos españoles en la guerra civil, copla que fue recogida, no hace muchos años, por el grupo chileno, musical y revolucionario, Quilapayún. No tiene culpa alguna, claro está. Si antes la culpa se cargaba sobre los terratenientes explotadores, ahora les corresponde asumirla a los que utilizan el fruto para sus lacerantes y salvajes divertimentos.