ASÍ DE CONTUNDENTE SE MANIFESTARON LAS SIETE MUJERES DE LA ALDEA DURANTE LA RUEDA DE PRENSA.

“Las siete mujeres de La Aldea presentes aquí, hemos decidido iniciar esta huelga de hambre, en principio indefinida, porque ya no podemos más. Nuestras neveras están vacías y con promesas no podemos alimentar a nuestras familias”.

De esta manera comenzaba, Beatriz Sosa, la lectura del comunicado a los medios, quien añadió que: la razón que ha motivado nuestra determinación ha sido el reiterado incumplimiento del Gobierno de Canarias, que se empeña en retrasar el pago de las inversiones que hemos hecho para modernizar nuestras explotaciones.

Las compañeras Laura Martín y Elisa Castellano reconocieron la severidad de la medida que han tomado, justificándola porque no pueden soportar más los créditos que acumulan desde el año 2010, tras “comerse” todos sus ahorros.

Emocionadas y nerviosas por la tensión que están empezando a sentir, Arminda Martín, Mª Luisa Segura y Fayna Ramírez declararon que no son las únicas que se encuentran en esta situación; son miles de familias las que viven del tomate que se encuentran al borde del desahucio.

La mayor del grupo, Dominga Luján, alzó uno de los tomates que se encontraban en la mesa para añadir: “este tomate que ven aquí es el fruto de nuestro trabajo, que en La Aldea llevamos plantando desde hace más de 100 Jahre. Nuestros padres y abuelos también lo hicieron. Y hemos invertido mucho para que estos sean los mejores tomates de Europa”.

En cuanto a la reivindicación se muestran tajantes: “seguiremos en nuestra huelga de hambre hasta que el Gobierno nos pague los 7,4 millones de euros que nos debe de la ayuda a la hectárea, fijada en el Plan Estratégico del tomate, las ayudas a la modernización de explotaciones del Programa de Desarrollo Rural de Canaria y la compensación al transporte”.

A mediodía, dos de ellas tuvieron que ser atendidas por una enfermera voluntaria al presentar un cuadro de náuseas y fuerte dolor de cabeza, fruto de la tensión de las últimas veinticuatro horas.

Lo peor que llevan es el estar lejos de sus hijos. Cuando alguno de ellos las llama para decirles que las ha visto en la televisión o escuchado en la radio, rompen a llorar por la emoción contenida.

El valor y el coraje que están demostrando estas mujeres solo podemos hallarlo en la desesperación de una situación para la que no hay respuesta posible.

Por lo pronto el Gobierno calla; ni está ni se le espera. Veremos.