Ya se había experimentado con éxito con este gen para transferirlo a la lechuga.
Investigadores del departamento de Biología Molecular y Bioquímica del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora (centro mixto de la Universidad de Málaga y el CSIC) y del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA) han conseguido aumentar un 15 por ciento el contenido en vitamina C del tomate a partir de un gen de la fresa.
Los expertos han utilizado técnicas de ingeniería genética para elaborar un producto con aporte extra de ácido ascórbico y mayor capacidad antioxidante, explica a la Fundación Descubre el investigador responsable de este proyecto, Victoriano Valpuesta, de la Universidad de Málaga.
Partieron de la base de que el tomate, aunque es uno de los frutos de mayor consumo en la dieta mediterránea, presenta un contenido en vitamina C o ácido ascórbico en torno a los 15-20 miligramos cada 100 gramos, una cantidad relativamente baja en comparación con otras especies vegetales como los cítricos, el kiwi, la papaya o la fresa.
“El organismo humano no produce por sí solo la vitamina C, sino que la adquiere a través de frutas y verduras. Dado que el tomate tiene poca cantidad de este nutriente, pero es uno de los cultivos más consumidos y de mayor importancia a nivel agrario y económico, consideramos que era el alimento adecuado para mejorar su calidad nutritiva”, ha explicado el investigador responsable de este proyecto, Victoriano Valpuesta.
Para obtener estos resultados, los expertos seleccionaron un gen de la fresa que participa en la producción de ácido ascórbico: “Esta fruta es de las que presenta un mayor contenido en vitamina C gracias al gen que produce la proteína D-galacturotano reductasa. Éste ya se había transferido con éxito en lechuga, aumentando el porcentaje de vitamina C en un 200 por ciento. Sin embargo, nunca se había probado en tomate”, ha indicado.
Los análisis realizados a los nuevos frutos obtenidos mediante modificación genética confirmaron un incremento del 15 por ciento de esta vitamina antioxidante. “Es un aumento moderado. No es mucho ya que, en general, modificar los niveles de este compuesto en una planta resulta difícil debido a que están muy controlados. Así, cuando los niveles de vitamina C se alteran, el organismo pone en marcha una serie de recursos para mantenerlos estables. Son los denominados mecanismos homeostáticos que se activan ante un desequilibrio interno, como en este caso, el incremento de vitamina C”, ha afirmado Valpuesta.
Entre las ventajas que reporta el aporte extra de este nutriente, el experto señala sus efectos beneficiosos sobre la salud. “Aunque la deficiencia de ácido ascórbico no es común en los países desarrollados, las dietas enriquecidas o suplementadas en vitamina C se asocian con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o cáncer”, ha explicado.
Esta influencia sobre la salud se debe a la capacidad antioxidante del ácido ascórbico que frena el daño causado por un exceso de radicales libres. Estas moléculas se forman en muchos procesos del cuerpo humano, por ejemplo, en el sistema inmune cuando se defiende de virus y bacterias. De igual manera, el ácido ascórbico es una molécula clave en las plantas para protegerse de un exceso de radiación solar durante la fotosíntesis.
El resultado de este procedimiento es un fruto con un ADN modificado. “La ingeniería genética consiste en la modificación del genoma de una especie, ya sea transfiriendo un gen de otra variedad, es decir, un gen exógeno, o alterando los que tiene la propia planta”, asevera el científico.
Según el experto, en el mundo hay unos 200 millones de hectáreas cultivadas con organismos modificados genéticamente. “La ingeniería genética, con todas sus precauciones, debe contemplarse como una solución para crear productos con un valor nutritivo añadido”, señala.
Tras finalizar este proyecto, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, los investigadores centrarán sus trabajos en la mejora de la calidad de la fresa y en el estudio del genoma del olivo, una herramienta básica para profundizar en el conocimiento de este árbol de origen mediterráneo.