EL PARLAMENTO EUROPEO QUIERE UN SISTEMA COMÚN DE ETIQUETADO DE BEBIDAS Y ALIMENTOS.
El Parlamento Europeo se acaba de pronunciar sobre el Reglamento de información al consumidor que ha mantenido en vilo durante meses a la industria europea por las repercusiones que tendrá sobre el etiquetado de los productos alimenticios.
Desde que en 2006 se aprobara el nuevo Reglamento sobre alegaciones nutricionales, pocos textos habían dado tantos dolores de cabeza a los lobbies industriales. El dictamen adoptado por la Eurocámara endurece los requisitos de etiquetado previstos inicialmente por la Comisión Europea, a pesar de las protestas realizadas por la industria, que tendrá que asumir en el futuro nuevos costes.
Tanto el nuevo texto legislativo, que consolida y modifica toda la normativa comunitaria en materia de etiquetado, como el texto sobre alegaciones nutricionales tienen como finalidad ofrecer una información transparente al consumidor.
Muchos creen, sin embargo, que el esfuerzo añadido en materia de etiquetado no servirá de mucho pues el principal estímulo de compra sigue siendo el precio de los alimentos, sobre todo en época de crisis. Otros, más crédulos, piensan que el consumidor europeo agradece y aprecia en su justa medida la información adicional que se le ofrece con el objetivo de mejorar su capacidad de elección.
Durante el debate mantenido en el Parlamento, las diferentes posturas han chocado frontalmente y el resultado final no ha satisfecho a nadie al cien por cien.
La nueva normativa obligará a etiquetar en la parte frontal de los envases el contenido nutricional de los productos, es decir, las grasas, los ácidos grasos saturados, los azúcares y la sal, lista a la que el Parlamento ha añadido también las proteínas, los hidratos de carbono, la fibra y las grasas transnaturales y artificiales. La parte delantera de los envases deberá incluir igualmente la indicación del valor energético (en kilocalorías) del producto.
El Pleno rechazó, no obstante, una enmienda presentada por varios grupos políticos en la que se pedía la utilización de colores a modo de “semáforo” (rojo, ámbar y verde) para indicar el nivel de contenido alto, medio o bajo de sal, azúcar y grasa, idea que también fue rechazada tajantemente por la industria europea debido a la imagen negativa que el consumidor podría percibir de muchos productos en circulación.
La propuesta original de la Comisión aplaza cinco años el etiquetado de las propiedades nutricionales para el vino, la cerveza y las bebidas espirituosas, con el argumento de que estos sectores están sujetos a una legislación específica en materia de etiquetado. La Eurocámara se ha pronunciado, por su parte, a favor de extender esa prórroga a todas las bebidas que contengan alcohol, en espera de que el Ejecutivo comunitario presente en un plazo de cinco años un informe sobre la posibilidad de extender a esos productos el etiquetado nutricional.
Una atención también particular han tenido en este debate las bebidas denominadas “alcopops”, compuestas de refrescos y alcohol. De acuerdo con la Eurocámara, estas bebidas, destinadas a los jóvenes principalmente, deben estar sometidas a normas de etiquetado más estrictas para distinguirlas claramente de las bebidas refrescantes sin alcohol.
La indicación de las propiedades nutricionales ha sido uno de los principales centros de interés de las discusiones, junto con la indicación del origen de los alimentos, asunto que la Eurocámara ha puesto encima de la mesa añadiendo mayor malestar entre los fabricantes. En la actualidad, la indicación de origen es obligatoria para algunos productos, como la carne de ternera, las frutas y verduras, la miel y el aceite de oliva.
También es obligatoria en todos los casos en los que la omisión del país de origen o lugar de procedencia pudieran conducir a error al consumidor. El Parlamento ha propuesto ampliar el etiquetado del origen a la carne, los productos avícolas y otros productos perecederos de un solo ingrediente, así como al pescado y la carne cuando se utilicen como ingredientes en productos transformados.
Esta medida ha sido muy mal acogida por los fabricantes de alimentos, cuya opinión contrasta con la de los agricultores europeos, más bien partidarios de que se indique el origen para conceder mayor visibilidad a las producciones originarias de la Unión Europea. Imposible contentar a todos.